Ópera en Italia
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Ópera en Italia
Ópera en Italia su jefe. Ella es fiel pero no tanto para resistir a la amenaza de un arma, frente a la que revela el disfraz de Riccardo condenándolo a muerte. Transversalmente a la ópera y a los personajes, se destaca aún más que en una representación tradicional la ironía, o la liviandad de la que Verdi impregnó su ópera, y que en esta lectura moderna tal vez desemboca en claro sarcasmo. Al final de cuentas, este Ballo no permite que se sueñe, sino instiga a la reflexión. Aún así, tiene su magia. Gregory Kunde (Riccardo) en Bolonia Foto: Rocco Casaluci Un ballo in maschera en Bolonia Riccardo, gobernador de Boston en plena campaña política, entra a la escena con sus guaruras, y el lugar en el que aparece es la moderna sede de dicha campaña con computadoras, smart phones y luces de neón. Desde el primer momento, el riesgo para el público es dejarse llevar solamente por la dirección de Damiano Michieletto, desconcertante aunque minimalista, casi gráfica, aunque también segura, inteligente y jamás contradictoria. Para apreciarla hay que ser admirador incondicional de Michieletto o tener la capacidad de considerarla simplemente por lo que es: excepcional. No gustó a todo el público y lo que se puede decir, más allá del prejuicio que algunos tienen hacia los montajes modernos, es que le puede faltar magia. Existe el riesgo de salir del teatro con la sensación de haber recibido un golpe en el estómago en vez de haber sido envuelto en una noche mágica. A esta sensación contribuye también la falta de una identidad precisa de los personajes. El bien y el mal, lo trágico y lo cómico, se mezclan y coexisten en todos los personajes. No se encontró solamente en las notas y en las arias de Verdi lo que la Orquesta del Teatro Comunale devolvió impecablemente bajo la dirección de Michele Mariotti, cuya manifiesta sintonía con la agrupación es garantía de éxito en lecturas meticulosas y no necesariamente previsibles, sino que surgió también de la fusión de imágenes y palabras, lo que exigió al espectador el esfuerzo de ir más allá del sentido literal del libreto y “mirar” la ópera con los ojos de su director. Surgió, poderosa, en la tragedia final, que fue solamente humana, lejos de reflectores y micrófonos, y dejada con expediente sugestivo en manos de Riccardo quien, ya muerto, le costaba alejarse de su gente. Al término, ovación para Gregory Kunde, quién en otra vida, al cansarse de ser tenor, estará sin duda en condición de entregarse con igual éxito a la carrera política. En el teatro, al final, todos los espectadores fuimos “Kundians” y en esta calidad le pedimos que por favor no lo haga y ¡siga cantando! Ovación también para Luca Salsi (Renato), cuya voz redonda y cautivadora sedujo al público. El todavía joven barítono se encuentra a un paso de llegar a la plena madurez artística, para la que quizás le falte una cierta intensidad de interpretación. Se dice con el convencimiento que él, ya excelente cantante, tenga todavía algo más que dar. Maria José Siri comenzó de manera que no persuadió totalmente, pero luego creció y ofreció lo mejor en el dueto en el que Amelia confesó su amor a Riccardo. Elena Manistina interpretó con seguridad y debida altivez el rol de la moderna maga; Beatriz Díaz se desempeñó con brillantez vocal en la interpretación de Oscar; positiva fue también la prueba de Fabrizio Beggi y Samuel Lim, enemigos jurados de Riccardo. por Anna Galletti Riccardo es un político egocéntrico, narcisista y “sabelotodo”. Goza aparecer frente a telecámaras y micrófonos, y a pesar de que le han vaticinado la muerte, busca su humanidad en un amor más deseado que real, pero en el fondo ama y sufre por amor. Renato es un guardaespaldas fiel hasta la muerte, que cree totalmente en su rol, cuya fidelidad sucumbe frente a la supuesta traición de su mujer y a la vergüenza que la misma conlleva. Cuando por primera vez aparece Amelia en el escenario, en la cueva de la maga, se ve una mujer de la alta burguesía, algo neurótica, cuyas inquietudes de amor representan un medio para salir de la cotidianidad y que lucha hasta el último momento para poner a salvo a su enamorado. Ulrica es una buena representación entre una moderna santona y una predicadora televisiva. Con pocos ademanes y mucha altanería logra atraer a las multitudes. Sin embargo, quedó perturbada por el destino que ella misma le profetizó a Riccardo. Oscar deja su rol de paje y se presenta como una mujer algo frívola, responsable de la oficina de prensa de Riccardo, no indemne a la fascinación por marzo-abril 2015 Alberto Zanetti (Muzio), Blerta Zhegu (Valeria) y Vladimir Reutov (Fabio) Foto: Mario Finotti pro ópera Il canto dell’amor trionfante en Novara Diciembre 12, 2014. La música compuesta por el ecléctico Paolo Coletta fue descriptiva y desde el principio de easy listening, con acentos románticos a la Puccini. El ensamble musical de la Academia de los Lagos de Novara, compuesto por estudiantes, ha dado su mejor prueba bajo la dirección atenta de Nathalie Marin. La historia, ubicada en Ferrara de 1500, es la de un triángulo amoroso que lleva a una tormentosa y apasionada ruptura, a una ilusoria aceptación y eventualmente al asesinato; los personajes giran en torno al sentimiento del amor que durante las relaciones entre los dos ambantes será exaltado. La escena, con vestuarios de Gisella Bigi y Demmian Palvetti, se realizó con sobriedad elegante, con colores grises dominantes, interrumpido solamente por algún panel coloreado o alguna proyección descriptiva: simple y funcional la puesta estuvo desprovista de adornos innecesarios, al estilo de la directora Flavia Schiavi. Valeria, la mujer amada y disputada por dos hombres, fue interpretada por la soprano Blerta Zhegu, con voz cristalina y bellos agudos. Muy participativa y convincente como actriz, pues fue capaz de transmitir las emociones de su personaje a través de los matices de su voz. El joven tenor Vladimir Reutov cantó el rol de Fabio, el enamorado y celoso marido de Valeria y eventual asesino de su rival, con un timbre muy particular, de claro fraseo y convincente interpretación. Alberto Zanetti es el barítono que encarnó al torpe Muzio, envueltos en las artes amorosas de Valeria y que morirá a manos de Fabio. Zanetti, de una voz bella y dúctil, tiene un timbre ambarino y redondeado que oscurece aún más para transmitir la pasión de su rol. por Renzo Bellardone Goyescas y Suor Angelica en Turín Goyescas es una ópera casi desconocida que meritoriamente el Teatro Regio (siguiendo la filosofía de proponer obras inéditas o casi) incluyó en su cartelera. Música de sabor sinfónico con acentos de alegría y un poco de lirismo que al final estuvieron inmersos en tragedia. La conducción de Donato Renzetti fue apreciable por lograr que esta novedad estuviese ya en la mente del público, y lo hizo con sobria elegancia. La efectiva producción de Andrea De Rosa, con colores ámbar y soleados de la tierra hispánica, con fuerte inspiración de Goya, se valió también del oscuro color negro, opacado sólo por un incorrecto uso de luces de linternas. La iluminación diseñada por Pasquale Mari exaltó el momento de la fiesta, como el momento de la muerte. En un largo pasaje de música se insertó un ballet de matriz española ideado por Michela Luccenti, con vestuarios clásicos y eficaces de Alessandro Chiammarughi. La protagonista Rosario fue interpretada por una valiosa Giuseppina Piunti, quien con voz oscura de transparente claridad se insertó bien entre la armonía de la bien timbrada voz del tenor Andeka Gorrotxategui en el papel de Fernando, y la profunda y pulida voz de Fabián Veloz, el barítono que dio vida al rival Paquiro. Anna Maria Chiuri, quien estuvo también en la segunda ópera, aquí dio voz firme a Pepa la muchacha del pueblo. La insólita combinación entre Goyescas y Suor Angelica tuvo un denominador común: la mujer y el sufrimiento femenino. En el primer caso el dolor fue causado por la muerte del amante a manos del rival; y en segundo la expiación de la culpa que en esa época era una vergüenza: tener un hijo sin estar casada. La primera obra fue ambientada en una especie de cráter y la segunda en un pro ópera Escena de Goyescas en Turín Fotos: Ramella&Giannese manicomio, con lo que se puede asegurar que esta realización se aproximó a la perfección. Suor Angélica tenía la llave de la entrada de una puerta, que en medio de unas rejas se abría para acceder al jardín de las plantas que la hermana cuidaba con amor. Detrás de las rejas del manicomio femenil se movían las “locas”, bien interpretadas por mimos capaces. Allí transitaba la hermana enfermera, la doctora y las demás hermanas. La primera que encantó con su voz fue la monja de la mezzosoprano Silvia Beltrami, con una voz profundamente relevante y rica, de buen timbre y preciosos matices. Amarilli Nizza interpretó a la protagonista con acentos dolorosos y gran pathos, con el que realizó una Suor Angelica verdaderamente condenada, de voz bella, decididamente pertinente para el papel. Anna Maria Chiuri diseñó con gran credibilidad al papel de la tía princesa, valiéndose también de la potencia de su voz bruñida y bien modulada. Verdaderamente numerosa la lista de intérpretes que con bravura contribuyeron a la realización de una interesante producción. Bella intuición al final de no parir como de costumbre al niño rubio, soñado y deseado, sino de hacer dar de una enferma mental y Angélica una marioneta, una muñeca de trapo, que ella, fuera de sí y cercana a la muerte, abrazaba amorosamente entre los brazos. por Renzo Bellardone Lady Macbeth de Mtsensk en Bolonia Para cerrar la ecléctica temporada lírica del Teatro Comunale di Bologna, se presentó esta ópera de Dmitri Shostakóvich, plena de implicaciones sociales y políticas. Concebida y compuesta a principios de los años 30 del siglo pasado, la obra sufrió duras críticas desde su estreno, debido a su lenguaje musical complejo y poco comunicativo. A la modernidad de su escritura se añade lo escabroso del tema, que despertó el descontento de las instituciones del régimen totalitario de Stalin. Las escenas de Igor’ Nežnij expresan efectivamente un clima casi surrealista, en donde la acción se lleva a cabo entre las tuberías y los ventiladores de un aparato industrial qeu oprime a los personajes y los aplasta en un espacio estrecho y perturbador. La labor del regista Dmitri Bertman denuncia el carácter inhumano de los personajes masculinos, la bestialidad degradante de un ambiente corrupto y sucio y el estado de debilidad física y la hostilidad mental de las mujeres. La producción del Teatro Helikon de Moscú fue apoyada por la batuta hábil del concertador Vladimir Ponkin. El director ruso es marzo-abril 2015 Maria Grazia Schiavo como Lucia di Lammermoor Foto: Ennevi Amarilli Nizza como Suor Angelica experto en subrayar los múltiples matices expresados por la rica orquestación de Shostakóvich, hanciendo hincapié en la tensión narrativa. El rol de Katerina se confió a una problemática Svetlana Sozdateleva, soprano que reveló evidentes dificultades de entonación, graves deficiencias en el registro central y una zona aguda fibrosa, que a menudo rayaba en el grito. Definitivamente, tuvieron un rendimiento más eficaz las prestaciones de la soprano Maja Barkovskaja, Aksinya, y la contralto Ksenia Vjaznikova, una provocante Sonietka. Entre los intérpretes masculinos, se distinguió el sólido tenor Vadim Zaplečnij, como un desenvuelto y sanguíneo Serguéi. Actuaron con bravura escénica tanto el tenor Dmitri Ponomarev como Zinovi y el bajo Dmitrij Skorikov como Boris, a pesar de mostrar algunos problemas técnicos de canto. No obstante la escasa afluencia del público, la función concluyó con éxito para la producción rusa. por Francesco Bertini Lucia di Lammermoor en Verona La inauguración de la temporada lírica invernal de la Arena de Verona estuvo a cargo de un montaje de Lucia di Lammermoor proveniente del Teatro Massimo Bellini de Catania, y realizado por el regista Guglielmo Ferro, el escenógrafo Stefano Pace, la vestuarista Françoise Raybaud, el iluminador Bruno Ciulli, y el videoasta Massimiliano Pace. El espectáculo se centró en una serie de proyecciones, con poquísimos elementos de utilería sobre el escenario. No obstante marzo-abril 2015 el predominio de tintes oscuros, de acuerdo con ciertos pasajes de la tragedia, el verdadero problema de la puesta en escena fue la falta de acción. Hubo una evidente falta de trazo que el regista aparentemente dejó en manos de los propios artistas, al igual que la caracterización de sus respectivos personajes. Lo que hay que festejar es la música bajo la batuta de Fabrizio Maria Carminati, profundo conocedor del repertorio romántico italiano. El director busca resaltar los colores nocturnos de la partitura, dando gran vigor a las páginas más intensas de la historia. A ratos, sin embargo, opta por una agógica sostenida y dinámicas robustas que parecieron limitar el éxito de la función. El rol principal fue confiado a Maria Grazia Schiavo, solista relacionada de tiempo atrás con el repertorio barroco. La soprano italiana dominó la parte con una cierta habilidad, no inmune todavía a la acidez de la zona aguda, que le planteó dificultades durante la célebre escena de la locura. Su canto de agilidad y su fraseo fueron resueltos con limpidez elogiable. A su lado el tenor Piero Pretti como Edgardo exhibió una vocalidad generosa con un timbre persuasivo. Al contrario, el barítono Marco Di Felice se anunció indispuesto y su línea de canto se mostró cada vez más comprometida. Su prestación se rigió sobre una sagaz actuación que sacó adelante el carácter de Enrico. El Raimondo del bajo coreano In-Sung Sim despertó la aprobación del público, que apreció su timbre, su volumen y su grata presencia escénica. Al contrario, Alessandro Scotto di Luzio, luchó con la parte de Arturo, pues manifestó evidentes problemas de entonación y tensión en su ascenso al registro agudo. por Francesco Bertini Simon Boccanegra en Venecia Una vez más el Teatro La Fenice elige inaugurar su temporada lírica con un par de títulos verdianos: Simon Boccanegra y La traviata. De las dos óperas, la primera fue sin duda la más esperada, con una nueva producción dirigida y escenificada por Andrea De Rosa, con Alessandro Lai en el diseño de vestuarios y pro ópera Escena de Simon Boccanegra en Venecia Foto: Michele Crosera Pasquale Mari en el diseño de luces y video, muy importante éste último porque el espectáculo invirtió la mayor parte de sus recursos en las proyecciones marinas que formaron el telón de fondo. Inclusive Myung-Whun Chung, jefe de la orquesta de La Fenice, en espléndida forma, ofreció una narrativa musical diligente. El director coreano utiliza una amplia gama de matices para aprovechar los mejores pasajes de la partitura verdiana. Y el coro, preparado por Claudio Marino Moretti, se mostró eficaz en sus escenas. A pesar de su corta edad, Simone Piazzola interpretó con temple el difícil rol de Boccanegra. Su timbre, modelado por una técnica sólida, fue el complemento perfecto para la estatura humana y política del Dogo. En el caso de Francesco Meli como Gabriele Adorno, su color diamantino es un recurso fundamental para resolver con gusto la parte del joven valiente. A pesar de que se percibieron tensiones en su registro agudo, la voz del tenor italiano confirmaron las expectativas en cuanto a su fraseo y expresión. Un poco problemática fue la prestación de Maria Agresta como Maria Boccanegra. Su instrumento, naturalmente dotado, sufrió de dificultades en su ascenso al pentagrama y en el control de su entonación. No obstante, el carácter de su personaje emergió gracias a la musicalidad y validez actoral de la soprano. Si bien poco refinado en su emisión y afectado por un vibrato molesto, el Fiesco de Giacomo Prestia se mostró seguro sobre las tablas y en general tuvo una participación decente. Vale la pena mencionar también a Julian Kim, un equilibrado Paolo Albiani. Luca Dall’Amico, al contrario, tuvo dificultades como Pietro. por Francesco Bertini pro ópera Torquato Tasso en Bérgamo La novena edición del Festival de Música de Bérgamo Gaetano Donizetti ha colocado a Torquato Tasso en el cartelón, título de mayor interés en la heterogénea producción del compositor italiano. El tema se desarrolla de acuerdo a una estructura semiseria, muy en boga en la primera mitad del siglo XIX. Además de que el género se caracteriza por la combinación de elementos cómicos con acontecimientos más o menos trágicos, es fundamental la presencia explosiva de la cuerda baritonal. No pudiendo confiar la parte principal a un tenor, por falta de un buen artista, Donizetti resolvió componer el rol protagónico para Giorgio Ronconi, el aclamado intérprete que debutara el rol de Cardenio en Il furioso all’isola di San Domingo ocho meses antes del estreno de Torquato Tasso, en 1833. En la gestación del melodrama, basado en la figura de uno de los poetas más importantes de Italia, el hábil libretista Jacopo Ferretti, recurrente colaborador de Donizetti, estructuró el libreto con insertos procedentes de la obra del propio Tasso, poniendo así en relieve la eficacia del contexto dramatúrgico teatral. Como se puede adivinar, la parte principal requiere de cualidades poco comunes, respaldados por una madurez expresiva que probablemente Ronconi, aunque joven todavía, era capaz de transmitir. Leo An, el Torquato Tasso de estas funciones de Bérgamo, es un barítono de indudable potencial, pero con evidentes limitaciones. El cantante coreano exhibe una emisión eficaz cuando las dinámicas son en forte, pero en cuanto la partitura requiere algún matiz, la voz se vuelve débil y hueca. Su fraseo revela lamentables problemas de dicción que afectan el desempeño del artista, sobre todo en el tercer acto, confiado marzo-abril 2015 los ataques, parecía estar más atento en comparación con algunas puestas en escena del pasado reciente. El valor de la dirección escénica de Federico Bertolani fue no ser intrusivo. Fue tan sobria que parecía a ratos intangible, como la desnuda escenografía ideada por Angelo Sala. Los colores negros y blancos de los vestuarios de Alfredo Corno y las luces de Claudio Schmid refrescaron el escenario bergamasco. Más allá de los detalles señalados, en general hubo un gran éxito final, con una calurosa acogida al concertador y a esta nueva, importante, producción de la Fundación Donizetti. por Francesco Bertini Turandot en Novara Leo An como Torquato Tasso en Bérgamo totalmente al protagonista. Es loable el esfuerzo que hizo el barítono, sin embargo, para darle redondez a su personaje, tanto en las escenas de ensamble como en los pasajes contemplativos y en la locura final. Los dos antagonistas, Roberto Geraldini y Don Gherardo, juegan con astucia para destruir la fama y la integridad del poeta. El primero, en particular, tiene un carácter arribista, digno de los peores villanos de la historia de la ópera. La parte fue confiada al tenor Giorgio Misseri el cual, de principio a fin, manifestó una emisión nasal y un apoyo deficiente que provocó una entonación vacilante. Inclusive su presencia escénica resultó un poco entorpecida por sus intentos de enfatizar la maldad de su personaje, lo cual logró sólo parcialmente. Marzio Giossi encarnó a Don Gherardo. El barítono afrontó la escritura más controvertida de la ópera, pues representa la parte bufa, con todo y sus discursos y trabalenguas, discordantes con la estructura dramática de la historia. Se esforzó el artista por no parecer un actor artificial, problema que anuló por su hábil soltura, pero su voz a menudo engolada perjudicó su fraseo y atentó contra su interesante timbre. Febrero 8, 2015. La temporada actual del Teatro Coccia continuó con una nueva producción de este título pucciniano. En la primera ópera que dirige Mercedes Martini, se inspiró en símbolos clásicos como el color rojo para resaltar el amor. La escenografía de es de Angelo Linzalata, quien también firmó el diseño de luces. Los vestuarios de Elena Bianchini en general exaltan colores vibrantes que destacan en los cortes de luz, por lo que el equipo de producción dio en el clavo. La Orchestra Filarmonica Pucciniana conoce bien la partitura del maestro de Torre del Lago y bajo la vivaz dirección del joven Matteo Beltrami ha resaltado los matices y ritmos de Puccini. El rey tártaro Timur encontró en el bajo Elia Todisco una conmovedora interpretación gracias a la profundidad armoniosa de su voz que contrastó muy bien con la de Liù, interpretada por Francesca Sassu con pasión y iridiscentes colores y una pasión que la joven intérprete supo transmitir con facilidad y simpatía. Walter Fraccaro, con agudos cerrados y convincentes, interpretó al príncipe desconocido Calaf. Los tres ministros fueron interpretados por el simpático tenor Saverio Pugliese (Pang), el talentoso tenor Matteo Falcier (Pong) y el veterano barítono bufo Bruno Praticò, quien encarnó con encarnó con gran ironía al canciller Ping. Maria Billeri fue una soberbia Turandot, expresó colores límpidos y brillantes de ira, indignación y, finalmente, amor. o por Renzo Bellardone La protagonista femenina, Eleonora, hermana de Alfonso d’Este, estuvo a cargo de la soprano Gilda Fiume. Su instrumento, contenido en cuanto a volumen, tuvo la frivolidad adecuada para el rol de la desventurada mujer de la nobleza. Su tejido impermeable, sin embargo, puso al descubierto la falta de homogeneidad en su línea de canto y reveló aspereza en la zona aguda, atenuada por una actuación creíble. Seguro pero perfectible, el Alfonso II de Gabriele Sagona, al igual que el Ambrogio de Alessandro Viola. Annunziata Vestri, en el papel de Eleonora, Contessa di Scandiano, exhibió limitaciones vocales debido a incertidumbres técnicas no resueltas. El concertador Sebastiano Rolli eligió dinámicas enérgicas y agógicas agitadas. Su lectura a menudo corrió el riesgo de resultar poco personal y desatenta con lo que iba ocurriendo sobre el escenario. La Orchestra del Bergamo Musica Festival carece de homogeneidad, y ofreció una función discreta. El coro del festival, preparado por Fabio Tartari, a pesar de algunas imprecisiones en marzo-abril 2015 Maria Billieri como Turandot en Novara Foto: Mainino pro ópera
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